sábado, 23 de noviembre de 2013

El Burro de mi Amigo



El burro de mi amigo se llama Pepe, y a ese nombre responde cuando le llamo. Por la mañana, cuando llego, me espera en la puerta. Con un ligero movimiento de la cabeza me da los buenos días y espera a que me acerque y le acaricie . Agradece las cucamonas con un pequeño trotecillo por el patio, entre las adelfas y la enredadera de la verja. Después sigue tranquilo limpiándome de hierba el patio, y abonándome el terreno. A media mañana ya con el estomago lleno se acerca a la ventana, casi mete el morro entre los barrotes de la reja esperando un trozo de pan duro que sabe que tengo guardado para el, acerco la mano a su boca y toma el regalo, delicioso manjar, disfrutandolo con parsimonia.  Yo sigo con mi trabajo y el regresa a su tarea de limpieza.

Le gusta escuchar música clásica, y yo que lo sé , de vez en cuando cambio el dial y busco alguna melodía que nos guste a los dos,  le doy caña al volumen de la radio y ambos disfrutamos un buen rato de las armonías que se escapan con la ventana.

Me cuenta Pilar que cuando a las tres de la tarde  me marcho, Pepe se queda en la puerta un buen rato esperando que regrese.  Al ver que no lo hago se acerca todo lo que puede a la ventana y levantando la cabeza lanza al aire  rebuznos largos y quejosos, de tal forma que pareciera llorar por mi ausencia.

En dos semanas el patio ha quedado mondo y lirondo de hierba, limpio del todo. Mi amigo, que me ha prestado a Pepe, se ha ahorrado el peculio de su alimentación y yo he hecho limpieza sin necesidad de herbicidas, a la vez que he disfrutado de la compañía de un incondicional y fiel aliado: Pepe, el burro de mi amigo.