lunes, 1 de abril de 2013

Volar con Alas de Pétalos de Flor de Almendro





   


      Con la vista perdida en los caprichosos movimientos de las llamas de los troncos que ardían en la chimenea y escuchándose tan solo su crepitar, los dos ya hacía un buen rato que se habían quedado en silencio. La mujer  tomó dos troncos de la leñera, les hizo  cama entre los que ya ardían y los colocó con cuidado avivando las ascuas. Desde fuera, lejanos se podían escuchar los sonidos del viento del norte que soplaba con fuerza, y de las gotas de lluvia que caían sobre los cristales de las ventanas.

      Por unos instantes se cruzaron las miradas. No hacía falta hablar, ella ya sabía que el anciano, con la barca varada a la orilla y los remos fuera ya de las horquillas, quería decirle algo, pero no le preguntó, solo le miró con una tierna sonrisa. Ya sabía lo que quería.

      Marta siguió mirando el fuego. A su mente vino el recuerdo de la primera intersección de caminos que llegó a su vida, a la edad en que los gorriones han de levantar el vuelo. También se miraron. El abuelo sabía que ella quería decirle algo y tampoco hizo falta preguntar, entre los dos siempre había habido  una especial complicidad que les hacía comunicarse casi sin dirigirse palabra alguna.

      -"No sé que camino he de tomar"-, le dijo. El abuelo, mirándola fijamente, la respondió: -"No importa el camino que tomes, siempre que andes lo suficiente"-, hizo una larga pausa sin apartar la mirada, y continuó ,-"Te está esperando el camino y no le gusta esperar, camina siempre adelante tirando bien de la rienda, sin nunca ofender a nadie, para que nadie te ofenda. Cuanto mejor trigo siembres, mejor sera la molienda.  No confíes en la piedra con la que puedas topar y apartarla de camino por los que vengan detrás. Cuando te falte un amigo o un perro con quien hablar, mira hacia adentro y contigo has de poder conversar. Camina siempre adelante pensando que hay un mañana, no te permitas perderlo porque estó buena la cama, y nunca te derrumbes por nada y extiende siempre la mano para quien quiera estrecharla."-. Todavía recordaba
sus palabras con claridad.

      A la mañana siguiente, bien temprano, Marta se abrigo y salió a la calle. Hacía frío, pero la lluvia había cesado y detrás de las montañas ya habían aparecido,  timidamente,  los primeros rayos del sol. Tenía  una idea clara. Primero fue a comprar una bicicleta. Sabía que su abuelo nunca había tenido una. Después se acercó al lugar donde florece el primer almendro,  al que tantas veces habían ido los dos para disfrutar del espectáculo de la "nieve de los almendros", cada año en la semana después del día de los Reyes Magos. Llenó una bolsa con pétalos de sus flores y regresó a la casa. Se encerró en su habitación. Durante todo al día, con mucha paciencia confeccionó un par de alas blancas con las flores, adosándolas al chasis de la bicicleta. Cuando  le mostró el regalo que le traía, el hombre no se lo podía creer, su cara se ilumino de alegría.

      -"No podré subirme."-, le dijo.

      Ella le respondió animándole: "-Si quieres... puedes. Inténtalo. Tienes que continuar tu camino.-".


      Salieron a la puerta de la casa y Marta le mostró el cielo  en dirección oeste, por donde el sol ya se estaba marchando. Un esfuerzo más y estaría a lomos del artefacto alado. Con la ayuda de la mujer lo consiguió. Se subió al sillín , colocó el manillar mirando al oeste y fijó sus ojos en el SOL. Las alas empezaron a moverse  levantando el vuelo . El hombre se marchó en paz, como siempre había tratado de vivir, buscando el SOL, después de haber andado muchos caminos y habiendo conocido a sus hijos, a los hijos de sus hijos y a los hijos de los hijos de sus hijos.




(Dedicado a Miguel, el profe loco, animándole a que, lo encuentre o no, siga andando caminos en busca del SOL).


(Me he tomado la libertad de tomar prestado el párrafo en cursiva. Es parte de la letra de la canción de Alberto Cortez "Camina Siempre Adelante".)