Ocurrió una vez, hace mucho tiempo, pero mucho, mucho… un
hecho insólito, o al menos así me lo contaron a mí, y así yo ahora lo cuento.
Nuestro mundo se estaba poniendo poco a poco de color gris,
todo era de ese color, las casas grises, los árboles, grandes y pequeños,
todos, todos, habían perdido los tonos verdes
de sus hojas y estaban grises ahora; los hombres, las mujeres y los niños ya no
vestían ropas de colores alegres, solo gris, igual que el cielo, los ríos y las
montañas. Todo se estaba volviendo casi, casi, totalmente oscuro y agrisado en
todas sus tonalidades.
Mientras, en el país de al lado, del que mágicamente solo
les separaba un fino cristal
transparente, todo era color… brotaban los colores por todas partes en chorros
de luz. Rojo, rosa, lila, verde, azul, amarillo. Se trataba del País de las
Hadas.
Una de las hadas, quizás la más traviesilla, siempre estaba
mirando por el cristal, veía como poco a poco, en el país de las personas y los
niños, todo se estaba poniendo cada vez más gris. Incluso veía triste a toda la
gente y observo que nadie hacia nada por remediarlo. Tan gris veía todo y a la
gente tan triste, que tomo la decisión de hacer algo ella misma... busco a sus
dieciséis amigas y les pidió ayuda para lo que quería hacer. Pensó que si ella
y sus amigas pasaban al otro lado del cristal y volaban batiendo sus alas muy,
pero que muy fuerte… desprenderían polvo de colores y de esa forma podrían
construir un puente que consiguiera traspasar el cristal. Un gran arco por el
que poder deslizarse hasta el otro lado.
Y dicho y hecho, primero fueron a ver a la Reina de las
Hadas para pedirla permiso, le hablaron de su plan para llevar el color al país
de las personas y que todos dejaran su tristeza de una vez. La Reina, al verlas
a todas tan ilusionadas con lo que querían hacer, no tuvo más remedio que
darles permiso, pero antes les dio algunos consejos y les pidió que tuvieran
mucho cuidado, advirtiéndolas que lo podía hacer una sola vez, y que nunca podrían regresar si no era porque los mismos hombres las llamaban pidiendo ayuda.
Se pusieron manos a la obra. Volaron al cielo moviendo muy
fuerte sus alas y cada una de ellas se dedicó a formar un arco del gran puente,
cada uno de un color. Ya terminado, emocionadas, se deslizaron por el gran
puente de colores y atravesaron el cristal, llegando al mundo de
las cosas y las personas de color gris.
Tanta, tanta fue su emoción que incluso lloraron de alegría y sus lágrimas se
hicieron gotas de lluvia de colores, y empezó a cambiar. Las casas, los ríos,
las nubes, los árboles, las montañas…
empezaron a ser cada cosa de su color y todo el mundo volvió a estar
alegre. Está claro que a aquel puente de colores, le pusieron por nombre Arco
Iris, porque ese era el nombre del hada a la que se le ocurrió el plan, Iris.
Desde aquel día, Iris y sus amigas recargan con polvo de sus
alas los colores de nuestro mundo.
Recuerda ,cada vez que veas un Arco Iris y las gotas de
lluvia caigan sobre tu cara.
Mucho tiempo después Iris y sus amigas, se dieron cuenta de
que lo que hicieron, solo dio resultado por un tiempo, ya que no todos los
hombres grises habían desaparecido, algunos de ellos no habían recibido los
polvos de colores, o muy poco les había caído. Unos porque no querían quitarse
su color gris y se escondieron en cuevas, otros porque trabajaban o vivían en
sitios escondidos o muy lejanos, tampoco pudieron recibir su dosis. Todos ellos
seguían no solo de color gris, sino además mal humorados y con muy mala pipa.
Los que no habían recibido nada de nada, quizás por el trabajo que tenían,
siempre ocupados y porque no sabían nada de la intención de las hadas, se
pusieron más tristes aun, y no entendían porque ellos seguían así y todos los demás
hombres, las casas, los montes, etc., ya tenían un bonito color.

Algunos si sabían lo que iba a pasar, y con intención se
escondieron voluntariamente. Esos tenían más mala gaita, porque además, lo que
estaban intentado es que, de nuevo, todo el mundo tuviera su mismo color gris.
Si el mundo volvía a ser gris, nadie notaría su presencia y así podían seguir
haciendo que todas las cosas fueran mal. A pesar de la resistencia del mundo de color, los hombres grises, poco a poco
iban consiguiendo
que muchos se fueran
convirtiendo de nuevo en gente gris, triste y malhumorada, sin que se dieran ni
ni chispa de cuenta.
No sabían Iris y sus amigas que es lo que podían hacer para que los humanos les pidieran ayuda y así poder regresar y soltar de nuevo más dosis de polvos mágicos de estrellas con sus alas.
Fueron a pedirle ayuda a la Reina , quien cuando las escucho, les dijo:
-"Pues si que es un problema, pero creo que las hadas del Valle Longo del Sur ya lo han resuelto"-,-"Ir a verlas y preguntarles"-.
Y así lo hicieron, en un plis plas llegaron al valle, localizaron a sus compañeras y les hablaron del problema que tenían. Las hadas del Valle Longo del Sur enseguida les dieron la solución:
-"Mirar... desde el primer día , además de soltar los polvos de color, les enseñamos a que cuando se gastaran, tenían que conseguir que volviéramos para echar mas, pero por ellos mismos"-
"Un día escuchamos en la plaza de un pueblo, a un anciano que estaba contando un cuento; un tal Peter Pan y una tal Campanilla decían que si los hombres cantaban, bailaban y daban palmas muy, muy fuerte, las hadas regresaban y repartían por todas partes sus polvos mágicos de colores"-
-"Nos hicimos de su tamaño, nos disfrazamos, buscamos instrumentos musicales y mezcladas con ellos, empezamos a cantar y bailar por las plazas y las calles, al vernos todo el mundo empezó a imitarnos y en ese momento todo se puso de colores más vivos y las gente más alegre y mucho mas feliz"-.
-"Y así lo han ido repitiendo cada vez que los hombres grises iban ganando terreno-", -"Acompañarnos, vamos a un pueblo que hay entre las montañas y vais a ver como lo hacen".
Se acercaron a aquel pueblo, y pudieron ver como en la
escuela, para conseguir que volvieran una y otra vez las hadas, todos los niños
se divertían dando palmas, cantando y bailando. Se acercaron todo lo que pudieron y
escucharon lo que estaban cantando. Una canción en la que decían algo así como : “Waka, Waka…”.
¡Ya tenía resuelto el problema!, si hacía que todo el mundo diera palmas, bailara
y cantara, ellas podrían volver y
recargar permanentemente el puente de colores y así nadie estaría triste, y ya ni
las personas ni las cosas volverían a ser de color gris.
De nuevo y con sus dieciséis amigas, se fueron a ver
a la Reina de las Hadas, y le contaron su plan: todas ellas, bueno, menos la
Reina, se disfrazarían como lo hacían los hombres y los niños, y con su magia lograrían
crecer llegando al tamaño de los humanos, mezclándose con ellos allí donde estuvieran,
poniéndose a cantar el “Waka, Waka” para que todos les siguieran.
Enseguida consiguieron sus disfraces y después buscaron
todos los instrumentos para hacer música que tenían a mano: Cascabeles
normales, cascabeles con palito, campanitas, pitos de samba, pitos de árbitro, armónicas,
maracas normales, maracas de huevo, trompetillas de fiesta, cencerrítos… vamos,
todos los que pudieron encontrar.
Disfrazadas y con todos los instrumentos, se deslizaron por
el puente de colores y entraron en el mundo de los humanos traspasando el
cristal. En la primera plaza que vieron
se pusieron a hacer ruido con los instrumentos y a cantar el “Waka, Waka”…
A medida que llegaban los hombres y los niños, al verlas
tan contentas, cantando y bailando, se pusieron a hacer lo mismo imitándolas
y así aprendieron que siempre que cantaran y rieran, volverías las hadas y con sus alas soltarían polvos mágicos de
colores, desaparecería el color gris del mundo y todos estarían contentos y
serían felices para siempre.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
(Este cuento fue publicado en dos entradas fechadas en 17 de octubre de 2008, y 11 de octubre del mismo año. En casi los cinco años transcurridos desde entonces, un nuevo cachorrillo ha llegado a casa. Ahora lo rehago en una sola entrada y se lo dedico a ella, a Marta, que ya ha cumplido los tres años. En unos días tendré un "encuentro" con ella y sus dieciséis compañeros de "guarde", que, por unos minutos, van a ser hadas y hados. Harán sonar los cascabeles, los pitos, las campanitas y las maracas para hacer llegar la alegría al mundo de los hombres).