martes, 1 de noviembre de 2011

Las Tres Hojas, - Cuento de Otoño-, (Segunda Parte)


El pequeño retoño de arbolito, que había crecido por culpa de las semillas de higuera que trajo el gorrión a mi jardín , y que las tres hojas dieron cobijo y alimento durante los últimos días del otoño y las semanas de invierno que le siguieron, había seguido creciendo. Minúsculas raíces arañaron la tierra buscando el alimento, y del tronco seco, cuando llagaron las primeras jornadas templadas de la primavera, pequeños brotes verdes crecieron sin parar. Se convirtieron en ramas, de las que nuevamente nacieron otras ramitas, que poco a poco, según el sol calentaba mas cada día, se fueron poblando de hojas.

En esos primeros meses dude de cortar la higuera que ya tenia en el jardín. El lugar donde había decidido nacer no era el más adecuado, a tan solo un par de metros de la casa y junto al muro de piedra. En pocos años crecería y crecería, y las raíces , ya grandes podrían dañar la estructura del edificio. Pero los muros se habían construido sólidamente y el talud de piedra que yo mismo había construido, estaba anclado sifucientemente en el suelo y su espesor aguantaría cualquier cosa, así que decidí dejarla crecer para que pudiera servir de refugio a los gorriones, y ellos y yo pudiéramos disfrutar de los dulces frutos que generosamente nos habría de dar.

Así paso el primer año, y la higuera creció anclada a sus raíces y lanzando altas ramas en dirección al cielo. Los gorriones disfrutaron a la sombra de sus hojas, y yo disfrutaba cada día de ver nacer más y más hojas y escuchando los trinos de los gorriones en sus juegos entre las ramas del árbol.

Ese verano, tan solo algunos higos habían salido en sus ramas, y la verdad es que muy pequeños. Cuando pensé que ya estaban a punto, corte algunos y trate de probarlos, pero que va..... estaban insípidos y secos, más secos que "la pata Perico". Pensé que eso habría ocurrido por ser una higuera primeriza, con tan solo unos pocos meses, y que al año siguiente no ocurriría lo mismo, por lo que no había más remedio que armarse de paciencia y dejar a la naturaleza que hiciera su trabajo.

Paso el verano y luego un año más. El árbol se había hecho grande y ya podía ver todas su ramas repletas de frutos verdes que poco a poco estaban madurando. En esta ocasión parecía que todo estaba perfecto, los higos tenían un color verde que era una delicia y se mostraban apetecibles.
Cuando y tenia claro que estaban maduros, corte tres o cuatro, y desilusión.... ! estaban igual que los del año anterior, sin color y secos... todos igual, secos ¡.

Los gorriones seguían guareciendose a la sombra de sus hojas y cantando sin parar, ellos tenían una buena casa, y yo seguía disfrutando de los trinos de los pájaros, pero de higos, nada de nada. Nuevamente, frustrado, me asalto la tentación de cortarla de cuajo,, pero aguante unos cuantos días más para tomar la decisión definitiva.

Cada mañana al entrar, la higuera estaba allí, mirándome. Los pájaros cada vez disfrutaban más en el árbol y se hacían notar con el bullicio de sus juegos. Día a día la idea de cortarla se estaba perdiendo, y por fin decidí otra cosa. Esperaría un año más, pero antes, mediado el invierno, buscaría una pequeño brote de otra higuera que ya hubiera dado higos bien dulces y abundantes y haría un injerto sobre el tronco de mi amiga la higuera del gorrión y las tres hojas de otoño.

Ya solo hay que esperar un año más, regalarle por Reyes una pequeña ayudita a mi amiga, y seguirla con mimos y cuidados cada día.

(La primera parte de este cuentecito, que continuara hasta que de la higuera salgan frutos dulces, se publico en este blog en 31 de Noviembre de 2008 http://tejedor61.blogspot.com/2008/11/las-tres-hojas-cuento-de-otoo.html ).

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