sábado, 5 de marzo de 2011

Hitoria de una Escalera, o "El Asesinato del Capitan" (Primera Parte)


Por la carretera, saliendo del pueblo en dirección a Málaga, grupos de soldados, alguno a caballo, pero la mayoría andando , en desorden y con sus escasas armas y pertrechos a cuestas, caminaban presurosos hullendo del avance de las fuerzas rebeldes que ya el día anterior habían alcanzado Villanueva del Trabuco y estaban cerca de puente del Guadalhorce a pocos kilómetros de Villanueva del Rosario. De vez en cuando el ruido de motor de alguna motocicleta o automóvil hacia que todas se asomaran a la carretera entre los visillos de las ventanas entornadas.

María y Trini, las dos hermanas , hablaban sobre lo acertado de marcharse de nuevo a la sierra, al pueblo , tratar de cruzar las lineas en dirección a Achidona escapando de la cercana confrontación o quedarse escondidas con las niñas en el cortijo. Podía ser peligroso quedarse allí, en una casa que estaba justo junto a la carretera, por donde habrían de pasar todos los soldados ya en franca retirada, y el riesgo era mayor entre tanto desorden y sin ningún tipo de control, cualquiera de los grupos podría intentar saquear el edificio en su huida y encontrarse con ellas allí, indefensas. Con María estaban sus cinco hijas: Antonia, Rosario, Trini, Aurora y María, de 20, 15, 13, 10 y 8 años y con Trini su única hija que se llamaba igual que ella, de 13 años de edad.

Las pequeñas jugaban en la cámara y las mayores escuchaban la conversión de las madres sentadas en la mesa camilla de la cocina familiar, donde no se habia encendido la chimenea por no delatar su presencia. La decisión parecía tomada, María regresaría al pueblo, irse con sus cinco hijas por esos caminos, con los fríos de los primeros días de Febrero y con las escasas ropas de abrigo y los pocos alimentos de las talegas que habían cogido el día anterior antes de marcharse a la sierra desde su casa en el pueblo, podría acarrear muchos más problemas añadidos a los que ya tenían. Trini y si hija , tenían más escapar caminando por el campo en dirección al Brosque, tomar el camino de Archidona y encontrarse con su marido que ya había tomado el mismo camino unos días antes buscando refugio con familiares en la zona ya ocupada por los sublevados, podían coger de la casa abrigo y alimentos suficiente para las dos , además la pequeña ya era una mocita que aguantaría bien la no muy larga caminata, si todo salia bien, en tan solo unas tres horas ya habrían llegado a su destino. Solo había que esperar a que se aclarara un poco más la mañana , que apareciera el sol entre las montañas y ocultarse de la milicia esperando que en algunos momentos dejaran de pasar para poder cruzar la carretera llegando a la entrada del camino del cortijo Blanco desde donde la una regresaría al pueblo y la otra marcharía en dirección a Archidona.

La espera se hacia interminable, los segundos cortaban el espacio como hojas afiladas. El viejo reloj de pared de la sala, que habían conseguido juntando papelillas del azafrán, soltaba en el ambiente machaconamente, sus latidos que se podían escuchar como si estuviera dentro del pecho de cada una de las mujeres, que como leonas defendían a su prole , y que insistían con gestos silenciosos a cada momento tratando de acallar a las revoltosas pequeñas.

Desde fuera llegaban los sonidos de los cascos de mulos y caballos y las voces de unos y otros tratando de reagruparse con un orden imposible ya en esos momentos de retirada, casi como si ocurriera dentro de los muros de la propia casa.

Desde la curva del puente, empezó a percibirse el sonido ronco de un motor, no parecía como el de los otros automoviles que ya habían pasado anteriormente. De pronto, antes de que apareciera entre los arboles de la alameda del río, empezaron a escucharse unos insistentes pitidos conocidos por la familia y menos audible, el griterío de fuertes voces . Como con un resorte, de un salto, todas se agolparon detrás de los visillos de la ventana del lado Este, buscando con asombrada mirada en la dirección de los sonidos que tanto les habían llamado la atención.

Asomó por la curva, ya casi saliendo del puente, el morro amarillo del autobús del tío Manolito y enseguida la puerta delantera entreabierta con una persona con sus piernas sobre el estribo y agarrada por la mano izquierda al vehículo que moviendo la cabeza, gesticulaba con el brazo izquierdo con fuertes y repetidos movimientos.





(Los hechos que aquí se relatan son de personas y situaciones reales, correspondientes a la ofensiva llevada a cabo por los sublevados en el norte de la provincia de Málaga en Febrero de 1937. La fotografía es actual y esta tomada junto a la casa donde transcurre la historia, hoy Venta de Las Delicias . Al fondo de la carretera y a la izquierda la alameda y la curva del puente del río Cerezo)

3 comentarios:

Salvador dijo...

Ardo en deseos de leer la segunda entrega.

Anónimo dijo...

febrero del 36
Sin hacer humo. ¿Que se puede comer? ¿Que se puede calentar?, sin ropa como se puede salir a la calle, sin luz como se puede dormir
pensando que te dan una patada la puerta.
ocho mujeres en un cortijo.
dos hemanas Maria y Trini.

Anónimo dijo...

Es algo muy importante.
este es una historia de verdad donde hay muchas personas y sentimientos,
que no se apage la voz de los que no lo puedieron contar.