martes, 16 de diciembre de 2008

Cristo Va ... Cristo Viene, La Puerta (Segunda Parte)


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Celestino no tenía buena relación con sus vecinos. Le achacaban un carácter huraño y en ocasiones pendenciero. El atribuía que la razón para que lo malquisieran, era porque lo envidiaban. En aquellos tiempos Campuzano era una fértil zona de viñas. Casi todos, tanto en Pitres, Mecina o Fondales tenían un trozo de tierra alli con excelentes viñas. Cada parcela contaba con un cortijo para guardar la prensa y los toneles. Hoy en día pueden apreciarse las ruinas de aquellas construcciones, y todavía algún pie de vid, tratando de sobrevivir entre matorrales de espinos en esos escarpados terrenos. El desinteres, la emigración de la juventud y el acoso de las cabras montesas que al comenzar a ser protegidas, hicieron estragos en aquellos emprendimientos familiares, llevaron al paulatino abandono de los mismos.

Y Celestino continuó su marcha, paso a paso, tumbo a tumbo, ¿Porque le criticaban?; se decía que no era posible que él pudiese obtener unas cincuenta arrobas mas de vino que los demás. Todo era fruto de su trabajo. El solía ir una semana antes que los otros para preparar la vendimia. No faltó quien comentara que por la noche robaba uvas de las viñas vecinas. Hasta llegaron a opinar que se entretenía en sujetar con hebras de esparto a sus propias vides los racimos sustraidos. Pues bien, esa era la fama que corría por los pueblos en comentarios a sus espaldas y opinaba que aunque eran ciertos, no era de buena gente andar divulgándolos por ahí. Se detuvo un instante sin bajar la puerta de su hombro dolorido, y mientras observaba jadeante en la vera opuesta del barranco las mortecinas luces que señalaban a los diferentes pueblos, dijo: -"!Víboras¡, ! ya se ocuparán en envidiar mi nueva puerta !"-. Continuó su marcha. -" A este paso llegaré al amanecer"- se lamentó con rabia. Un coro de grillos taladraba la noche. La tenue luz de la luna hacía resplandecer los montes de blanquísimos almendros en flor, dando al paisaje una luminosidad fantasmagórica. Y sigue, cada vez mas encorvado por el peso de su carga y con el continuo "rac-rac" que se transforma en solemne ritmo que acompaña a los procesantes. -"Ya veremos si podran husmear lo que tengo dentro del cortijo cuando tenga mi nueva puerta instalada. Se acabaran las rendijas, ¡si señor!"-.

Comenzaban a insinuarse los primeros resplandores del día cuando llego por fin a su destino. Una vez dentro, realizó un último esfuerzo y colocó la puerta en posición horizontal sobre dos apoyos que la transformaron en gigantesca mesa. Encendió una gruesa vela y se quedó observando detenidamente el fruto de su esfuerzo. -"¡Eres magnífica!"- le expresó con cariño y emoción. Con el filo de la navaja quitó una delgada capa de madera envejecida; sus ojos se iluminaron de alegría. -No me he equivocado, debajo eres joven; mañana comenzaremos el trabajo; ya verás lo hermosa que te dejarán mis manos". Se sentó sobre el suelo y apoyó la espalda sobre uno de los toneles; se sirvió un generoso jarro de vino. Observaba la puerta bellamente suspendida por los pedestales improvisados y se le ocurrió imaginársela como una amada durmiente que aguarda ser despertada por las caricias de su protector. El agotamiento, el lacerante dolor de sus hombros y espalda, el noble vino, y la magra y danzante luz de la vela, conformaron una mezcla que sumergió a Celestino en una melancólica añoranza. Frente a él sobre la superficie de una de las arqueadas vigas del techo se distinguían claramente las iniciales "C y N" que hacía tantos años había grabado con la punta de su navaja. Luego, entrecerrando los ojos, comenzó a recordar cosas del pasado. -"¡Ay , Nora, qué felices pudimos haber sido!"-. Fue precisamente en este lugar donde Celestino debuto en el amor, o al menos en algo que se le parecía. -"¡Eramos tan jovenes! - El cortijo, aún de su padre, se transformó en el sitio de sus encuentros prohibidos, pero sumamente excitantes. Nuria poseía una belleza delicada y cautivadora. -"Sí, ¡era tan bella!, me parecía verla y escuchar su risa, y sus gestos de niña"-. Es cierto,Celestino,¿recuerdas su pelo de color de trigo maduro, y su piel rosada, su tibieza, su tersura... -"Claro que lo recuerdo, ¡como no recordarlo!- . Pero hoy hasta causa gracia pensar en lo torpes que eran. -"Es que sabíamos lo que hacer, pero desconociamos los medios"-. Ya lo creo, la excitación estaba justamente en eso, en el beso mal dado, en una falda a medio levantar, en la semioscuridad cómplice, en el terror a que alguien entrara de improviso. -"¡Ah, pero que hermoso era navegar en esos mares clausurados, prohibidos, impelidos para la tumultuosa, embriagante y cautivadora fuerza de la juventud!"- ¿Recuerdas cuando le propusiste que se casara contigo? -"Si, ¡tonto de mí!, ¿como hubiera podido yo detener sus ímpetus de volar? -" En efecto, se sentía como un pájaro enjaulado en una realidad familiar que la agobiaba. -"Una vez me dijo con resolución y fiereza que no quería repetir la historia de su madre y su abuela, y llenarse de trabajos y de hijos en este pueblo y me mostró una revista de vida de artistas que una amiga le había traido de Granada" -¡Esto es lo que quiero!, te dijo en un grito. -"Y un día , al cumplir la mayoria de edad se marchó y durante mas de veinte años tuve que soportar verla aparacer en mis sueños, implacable, soberbia, sin que me pidiera permiso". -Pero, Celetino, a ti lo que mas te marcó fue aquella frase que dijo en la última noche. -"Si , luego de nuestra relación de despedida le dije: por ser la última vez, no estuvo tan mal, a lo que ella respondió: ¿Y por que tiene que ser la última? -¡Vaya!- . "Hoy, hasta me resulta gracioso; ¡estúpido de mi!. Eso se me hizo a mi como una promesa, que habría otra noche, en la distancia, en el tiempo, pero que indefectiblemente existiría.


Continuará.........................

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