miércoles, 10 de junio de 2009

El Tren del Cantabrico, "¿Que Camino he de Tomar?"




-- ¿Podrías decirme, por favor, qué camino he de tomar para salir de aquí?--
-- Depende mucho del punto adonde quieras ir -contesto el Gato.
-- Me da casi igual dónde - dijo Alicia.
-- Entonces no importa que camino sigas - dijo el Gato.
-- ... siempre que llegue a alguna parte - añadió Alicia, a modo de explicación.
--¡Ah!, seguro que lo consigues- dijo el Gato-, si andas lo suficiente.
Alicia emprendió que el argumento era irrefutable, de modo que probó con otra pregunta.
--¿Que clase de gente vive aquí?

--En esa dirección -dijo el Gato, haciendo un vago gesto con la pata derecha - vive un Sombrerero, y en esa dirección -haciendo el mismo gesto con la otra pata- vive la Liebre de Marzo. Visita al que te plazca: ambos están locos.
--Pero yo no quiero andar entre locos - observo Alicia.
--¡Ah!, no podrás evitarlo -dijo el Gato-: aquí estamos todos locos. Yo estoy loco. Tu estas loca.

Lewis Carrol.
Alicia en el País de las Maravillas.
Capitulo VI.


Aquél día esperamos a que abrieran la taquilla de la estación. Había tiempo ,así que la espera se hizo corta con un paseo por el centro de la ciudad y un buen desayuno. Cercana la hora de la salida del siguiente tren en dirección Oviedo, regresamos de nuevo a la estación.

Entramos y me acerque a la taquilla , donde una taquillera con ojillos chicos, de mediana edad y con cara de no haber dormido demasiado bien, me miro, sin casi ningún gesto, esperando mi petición.

-"Quiero ir a algún sitio, pero no se a donde"- , la mire fijamente y firme en mis palabras, ella a mi mucho más, pero además asustada. Por fin la mujer de ojos pequeños parecía haberse despertado, así que continué con mi explicación. Le dije el tiempo que tenia para hacer un viaje, solo un día, y le pedí que me dijera hasta donde podía llegar en el tren que salia en unos minutos, de forma que me permitiera coger otro de regreso para poder estar otra vez en El Ferrol a la hora que ya tenia prevista, antes de que anocheciera.

Ya más tranquila, pero aun no del todo, dudando de si era guasa o era en serio lo que le estaba pidiendo, me dijo:

-"Pueden ir hasta Viveiro, que esta en el limite con Asturias, pueden comer allí y cogen este mismo tren que viene de regreso"-.

Ya estaba algo más tranquila al ver mis ojos de agradecimiento y que había resuelto el dilema de un medio loco que no sabia a donde ir, de uno no, de dos, porque la loca que me seguía en esta locura, estaba detrás conteniendo la risa para no asustar más a la taquillera y que llamara a los loqueros y terminar los dos vistiendo una camisa de fuerza.

Nos dio los boletos, pasamos al interior de la limpia y solitaria estación y el tren ya estaba en su lugar esperándonos, a nosotros dos y a otros tres pasajeros, dos hombres y una mujer, una abuela que venia cargada con un par de cestas de paja. Otra persona más había, el revisor y a buen seguro que otra más, porque el tren no se pone en marcha solo y además, va lento, a paso tortuga pero seguro que alguien tiene que hacerlo funcionar.

El viaje a lo imprevisto fue todo un éxito, cosas curiosas, paisajes preciosos, estaciones de turrón, gentes originales y paradas en lugares insólitos en medio del bosque. En una de ellas se paro la señora y la vimos entrar en la espesura, por el caminito, y desaparecer lentamente con sus pasos sosegados por entre las ramas de arboles y arbustos, como si el verde se la hubiera tragado.

Llegados a Viveiro, paseamos y paseamos y nos pusimos ciegos de pulpo y berberechos en un restaurante de lo antiguos, como de "refresentantes"y a muy buen precio, el lugar se llama Casa Andouriña. Cerca hay una taller de cerámica de Sargadelos.

El viaje termino en el mismo sitio en que había empezado, después de haber pasado un día de cuerdos caminantes locos.




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