martes, 2 de junio de 2009

Marruecos, La Mirada Inversa, "Lo Comun" (Tercera Parte)



El último día de viaje, y segundo de la propina que Eolo nos había proporcionado, de regreso al hotel en Tánger, desde Chefchaouen, me senté unos minutos en uno de los asientos delanteros, junto al guía que nos había acompañado durante el viaje.

Pepe, que así le llamaban, y así le llamé yo, a pesar de ser marroquí y de que a buen seguro tendría otro nombre no tan clasicamente español, estaba con ganas de charla y yo no menos, así que durante un buen rato hablamos sobre algunos temas relacionados con las diferencias culturales entre ambas orillas del Estrecho.

Ya era anochecido, pero al fondo, en dirección Oeste, en el cielo había una intensa claridad de color añil, casi del mismo color que el que habíamos visto en las paredes y las puertas de las casas durante toda la visita a la medina de Chaouen. Este tramo del recorrido estaba francamente mal, sobre todo porque la carretera de Tetuan a Tánger está en obras y soporta un tráfico intensísimo y por otro lado la peculiar forma de conducir que se tiene aquí, donde poco se respetan las escasas señales que hay y menos la señalizacion horizontal, y nada o casi nada las rayas contínuas en los adelantamientos.

Precisamente, en el tramo anterior, de Chaouen al cruce con la carretera que enlaza Tetuan con Tánger, que no está en obras, pero transita por plena montaña, y es lo suficientemente estrecha para que casi se rocen los vehículos al cruzarse, a un coche se le ocurrió adelantar en plena línea contínua y justo teniendo a un lado un barranco de 10 metros y al otro un terraplén de no menos de 200. No sé bien cual fue la maniobra, pero el autobús frenó bruscamente, rozando en su frenada al automóvil que había intentado adelantar al pequeño camión que subía la cuesta renqueante y a escasa velocidad, por delante de ambos. Medio metro más a un lado o al otro de la carretera, y nuestros huesos habrían besado la tierra. Los corazones se rompían dentro de nosotros, que nos mirábamos los unos a los otros como si hubiéramos vuelto a nacer. Los dos, el autobús y el coche se pararon en medio de la carretera, a dilucidar sus asuntos, justo en un tramo de cuesta, con raya contínua, por detrás, a pocos metros una curva, y por delante a menos metros otra, y todo esto sin ningún tipo de problema, nada había pasado, como si fuera algo cotidiano. Se solucionó todo amigablemente, sin mediar anotación alguna y con un pequeño acuerdo "crematístico".

Al final seguimos y como si nada hubiera pasado, cada cual a su charla con el vecino o con el grupo de turno.

Pepe me decía que los andaluces somos los que menos visitamos Marruecos de toda España, a pesar de estar tan cerca y que los malagueños lo hacemos mucho menos, yo le comenté por qué me parecía a mi que podía ocurrir esto.

Para nosotros no hay nada exótico en cruzar el Estrecho, porque estamos acostumbrados a la propia presencia de los marroquíes en nuestras ciudades y en nuestras carreteras, que se llenan de autos cargados hasta los topes, tanto de personas como de bultos en los remolques y bacas como si fueran las carabanas de camellos del desierto. Aquí es fácil que tratemos de apartarnos de alguno de esos vehículos, sabemos que llevan varios miles de kilómetros encima y el cansancio puede hacer que alguno, con el ánimo de la llegada, se despiste y tengamos problemas.
Los vemos en largas colas, hacinados en los puertos para coger el embarque hacia el sur.
Todo esto ha cambiado en los últimos tiempos, ni los coches son tan cochambrosos, ni las esperas en los puertos son tan complicadas, ni solo conducen los hombres, ya se ven a algunas mujeres turnándose con sus parejas en el manejo de los automóviles, con lo que el cansancio es menor.
Pero a pesar de haber cambiado, la imagen no hay quien la quite de encima.

Por otra parte no nos son raras muchas de las palabras, que aquí las tenemos en los nombre de nuestros ríos, de nuestros pueblos, de nuestras comidas y en cientos y cientos de cosas que nos son cotidianas.

Nuestras calles están llenas de monumentos que pertenecen al mundo árabe, a una época de explendor de mas de 800 años de convivencia.

En Málaga hay una pequeña placita, junto al Museo Picasso, con una estatua de Ibn Gabirol, poeta que vivió aquí. Frente a la pequeña figura de bronce está la Alcazaba, detrás, a pocos metros, está el Monte Gibralfaro y al otro lado el mercado de Atarazanas, cerca del cauce de río Guadalmedina y no lejos el cauce del río Guadalhorce.

Y si alguien quiere ver pueblos como los del norte de Marruecos, que venga a Frigiliana en la Axarquia, o a la Serrania de Ronda, podrá visitar Banadalid, Banalauría, Alcaucín, Algatocín, Benalmádena, la lista sería interminable.

Lo tenemos aquí mismo y no vemos el exotismo de igual forma que la gente del norte.

Por otro lado y al estar tan cerca, es nuestro vecino, es la "tribu" vecina y nuestra "tribu" tiene que protegerse. La "tribu" siempre tiene en la "tribu" vecina a su enemigo, y como además la historia que nos han contado durante siglos, nos dice que todo lo "malo", lo "infiel", ha venido del sur y siempre por el Estrecho, hay un poco de rechazo, a todas luces injustificado, a la relación con el "vecino".

Con total seguridad, habrá muchas opiniones distintas a la mía , y el tema da para mucho más, pero esto solo es un relato de un viaje y lo que yo hablé con Pepe, en realidad, se resume en poco menos que lo comentado.


Lo que él no sabía es que yo ya tenía en mi mochila la moneda de los atunes, y bien guardada, con mucho miedo de que nadie más lo supiera, porque no fuera a fracasar lo que me había llevado a Marruecos.

Ya llegando a Tánger dejé el asiento delantero y regresé al lugar que había llevado el resto del viaje, junto a los chicos del Sauseo.

He estado pensando y reafirmándome en que en lo esencial somos lo mismo, y hay más en común de lo que ambos creemos.

Seleccioné una fotografía de un niño columpiándose del larguero de una puerta y otra más, la segunda, otro niño sentado en otra puerta, disfrutando de un baño. Cada una de ellas está realizada en una de las orillas del Mediterráneo, una en Marruecos y otra en España. ¿Alguien sabría diferenciar de dónde es una y de dónde es la otra?.





(El vídeo lo hice mientras charlaba con Pepe, en la carretera entre Tetuan y Tánger. La primera fotografía es los baños de la Hedionda, cerca del pueblo de Manilva, en la costa malagueña, la segunda es de una calle de Chefchaouen en Marruecos).

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