lunes, 9 de junio de 2008

Estan Construyendo un Puente (2)


Aquel hombre venía con una buena garrota, yo ya tenía los bolsillos llenos de membrillos y en las manos los últimos que había podido coger, me saltaron al suelo como si estuvieran vivos y eché a correr como loco, temblándome las piernas. No paraba de decir que sabia quienes eramos...... y corriendo por los cercados mi corazón estaba a punto de reventar, de agobio de la carrera y el miedo que el dueño de los membrillos me estaba metiendo en el cuerpo hacía que el corazón se saliera de la camisa. Las piernas arañadas por el continuo tropezar con ramas y setos medianeros, pero nada mas había que hacer que correr. Conseguí llegar al vado del arroyo que como era comienzos del otoño, si llevaba agua... salté como gamo y llegué al lugar que yo creía seguro, la tienda de mi tía Antonia, la "Juaica", disimulé como pude pero algo se tenía que notar, porque ella mirándome extrañada me dijo : -"¿De donde vienes astronauta? "- , - "Estaba jugando en la era"- . Casi salvado por la campana, o eso es lo que yo creía, ya que por la entrada a la plaza aparecía el señor, con su garrota y la cara descompuesta. Me escondí detrás del mostrador de madera, donde estaban las papelinas del azafrán y las latas del pimentón, el miedo me hacia temblar.. pensé que sabría enseguida donde estaba solo por el zumbido de los latidos de mi corazón martilleándome el pecho.

El dueño de los membrillos entró y le preguntó con enfado a mi tía: -"Antonia, ¿donde está tu sobrino?"- , ella percatándose del asunto y en total complicidad con el hombre, por lo que después pude entender, le dijo que no sabía, que no me había visto; el caso es que el hombre le explicó lo que había ocurrido, lo hizo con suficiente enfado y fuerza en la voz como para que yo le escuchara, ademas se notaba el claro interés de que el interfecto, es decir yo, se diera por aludido, luego siguió diciendo que tenía una escopeta y si me veía de nuevo por sus tierras me iba a llenar el culo de perdigones....... Ella le insistió en que no me había visto, pero que si me veía, ya se vería la cara conmigo.

El Hombre se marchó y yo salí, disimulando, cosa un tanto absurda ya que mi tía estaba enterada y desde luego que se vió la cara conmigo.

Ya nunca he robado nada de nada, solo una vez en Galerías Preciados, una insignia y la verdad es que lo pasé muy mal, sudaba como descompuesto, pero confieso que la robé.

Esa es mi historia delictiva en lo que se refiere a "mis" afanamientos de lo ajeno.

Esos membrillos los sigo viendo a diario , me parecen mas pequeños que entonces, están justo a tres decenas de metros a la derecha del vado, que ya no será tal porque están constuyendo un puente.

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