jueves, 5 de junio de 2008

Mora Luna (Tercera Parte)


Y mientras hacían planes, los fines de semana seguían siendo una fiesta. Un sábado por la tarde, se hallaban sentados en uno de los verdes bancales en los alrededores de la Roca. Las caricias suaves, los leves suspiros, las miradas plenas de ternura imponían el profundo diálogo de los amantes. De pronto, Pedro fijó la atención en algo que se destacaba entre los arbustos. Se incorporó y fue hasta el lugar donde se hallaba el motivo de su interés; regresó con un ramillete de blanquísimos y perfumados nardos que comenzó a entretejer con habilidad. Formo con ellos una improvisada trenza que, luego de arquearla, colocó con delicadeza sobre la cabeza de Luna, en forma de lograda corona. "-Eres mi reina, mi sultana: me has dado el embriagador secreto de la vida y temo con mis manos torpes y ásperas, dañar el terciopelo de tu piel"- y Mora Luna le respondió con una voz desconocida que surgía de lo mas profundo de su ser, de tierra viva, de hembra en celo: "- Hazme gozar arañando con tu aspereza mi tersura; dame el fuego de tu esencia para que la custodie la profunda tibieza de mi cuerpo, despliega en mi tu vigor: móntame y veras que mi galope no desfallece"- Abrazados, semidesnudos y poseídos por una pasión desbordante rodaron tumbados y entrelazados entre unos espinos. Las lacerantes púas los hizo volver súbitamente a la realidad. Un segundo después del ¡ay! de dolor en el que sus bocas quedaron con un beso suspendido, se miraron fijamente con estupor, para luego explotar en una carcajada irrefrenable, casi demencial. Al unísono, como si hubiese estado planeado de antemano y sin soltar el abrazo ni cesar de reír, se dieron impulso y terminaron de rodar hasta liberarse se las matas. Decenas de puntos rojos aparecieron en las heridas, pero ambos, con una pasión desbordada, se lamían mutuamente cada centímetro de la piel en un baño ritual, de sangre y tierra fecunda y terminaron amándose hasta el crepúsculo, los sorprendió como dos siluetas jadeantes que ya eran parte de las montañas, los cielos, las nubes, las cumbres nevadas, los barrancos umbrosos y los ríos.

"- Partiré mañana"_, dijo Pedro un domingo por la tarde. No por esperada, la noticia dejo de ser traumática para ambos.-"Vayamos a nuestra piedra"- dijo ella. Sentados, abrazados y en silencio miraban una de las tantas puestas de sol y como todas en la Alpujarra, ésta se presentaba soberbia, cambiante, majestuosa. En el horizonte, las nubes bajas, presentaban curiosos volúmenes, tomaban formas que simulaban gigantescos animales míticos, que iban tiñendo de rosa pálido, rojos intensos, violáceos y azules oscuros. - "Mira" - dijo Pedro, - "mi abuela me explicaba que esos rojos es sangre pues el filo del disco de Sol va cortando los cielos antes de ocultarse."-"Pues la mía decía que activamente es sangre"- replico Luna, - pero de los que han muerto en el mundo en este día que la devuelven a la tierra.- Pedro sonrió.- "Digamos entonces que es nuestro vino que se esta derramando para alimentar a nuestras viñas y que éstas lo guardaran para nosotros"- "¿Pensaras en mi?.-"Como en este mismo instante. Cada fin de semana, volveré como siempre a la roca para mirar hacia Campuzano e imaginare que te veré bajar en tu mulo por el sendero." - " El tiempo pasara rápido, ya lo veras." - "Si tardas en volver, conseguiré alas como los pájaros y volaré hacia donde estés... aunque en realidad ni siquiera se donde se encuentra Barcelona."- "Esta en el norte, junto al mar."- " !¿El mar?!... prométeme que un día me llevaras a verlo; de él tan solo conozco un pequeño y lejano trozo azul que se ve desde las alturas de la sierra de Contraviesa." - "Te lo prometo; y ahora acompáñame hasta el puente"- ................

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