miércoles, 4 de junio de 2008

Mora Luna (Segunda Parte)

Cuando la relación de Mora Luna y Pedro tomó estado público, la tia del muchacho aclaró: -"No quiero tener problemas con mi hermana, tu bien sabes lo que haces..."

A Pedro se le hizo una deliciosa costumbre sus fines de semana en Ferreirola. Enterada su familia, trataron de pensar que era algo pasajero fruto de los primeros arrebatos juveniles del menor. De nada sirvieron los reproches de su madre ni los consejos de sus hermanos: - "Mira que no es hembra para esposa; que ya somos comentarios en los pueblos". Es que Pedro no merecía critica alguna; durante la semana trabajaba como el que mas. Sus familiares y amigos nunca le habian visto tan feliz y era común verle en las múltiples labores agricolas silbando alegre algun aire flamenco. Cierto dia, su padre, hombre de pocas palabras, insondable, hermético, tuvo que sonreir al escuchar a su hijo mientras araba unos campos y no sabiéndose observado, cantar a viva voz: " !Ay Mora Luna, mi dulce mora, bella como ninguna, tu gracia enamora!".

Cada sabado por la tarde, con precisión cronométrica, aparecía Pedro montado en su mulo por el sendero a la altura de la piedra de la cruz. Mora Luna, parada en la atalaya de su piedra observaba aquel punto diminuto bajando la cuesta y entonces su corazon rebosaba de alegria. Se lanzaba entonces cuesta abajo y coincidian en medio del puente romano. Se fundian en un beso profundo y las aristas de los barrancos parecían inclinarse aun mas para mirar con curiosidad a los jovenes amantes. Y entonces, se abria de par en par, el cauce vertiginoso de la pasión que los colmaba. - "Mora Luna, !cuanto te quiero!,"- "No tanto como yo"-respondía ella.

Era verano y entre risas, pero con precaución, bajaban al rio en el punto mismo donde el Bermejo llora emociondo entre magníficos saltos de agua el final de su existencia. En ese lugar de íntima unión de vigorosos cauces, dos cuerpos desnudos danzaban la mágica danza del amor. El agua fresca y pura bañaba a los jóvenes, mientras se confundian en extraños abrazos, en sublimes contorsiones, en suspiros aplacados por el rugido sordo del río, que a su vez, al igual que esta primigenia pareja humana, copulaba con su afluente. Trevélez y Bermejo, Pedro y Mora Luna conformaban una simbiosis exquisita e inefable, dos estirpes, dos razas, dos corazones apasionados que se transformaban en solo uno, cantando a la vida, a la juventud y sobre todo a la pureza.-"!Que bella eres, Luna!"-, y el cuerpo mojado de la joven, resaltaba aun mas la sensualidad de sus curvas, -"¡serás la tierra donse sembraré a mis hijos!"-- y Mora Luna cerraba la boca de su amante con besos entrecortados con gemidos animales de gozo.-"Hazme producir como la Tierra"- exclamaba Luna con una voz que no era su voz sino el profundo susurro de la sierra, el chillido del águila solitaria y altiva, el eco ascentral del misterio de las cavernas, el estallido del trueno retumbando en los barrancos, el zumbido de las abejas y el delicado trinar de los pájaros en primavera.-"-Déjame, déjame un instante"- decia Pedro, "quiero cerrar mis ojos y pensar que duermo y tengo un dulce sueño de amor y que esto no es verdad y luego abrirlos y verte y mirarte en el azabache espejo de tus ojos"- Y luego jugaban desnudos en el lecho del rio y se perseguian entre risas, ayudándose cojidos de la mano en los rápidos y descansando en los remansos, abrazándose entre los guijarros pulidos por milenios de ser besados por las aguas de las cumbres y a veces se sorprendian por su rápido huir del lomo plateado de una trucha. Por la profunda grieta en la que discurre el rio, llegaban cerca del puente de Ferreirola. Allí, las nacientes de Panjuila, se despeñan entre helechos y musgos rezagantes. Pedro se tendía como un fauno sobre una roca y observaba a Mora Luna que bajo la fresca cascada, se dejaba acariciar por el agua. Su cuerpo moreno adquiría una luminosidad extraña, mágica, irreal, pero indudablemente irresistible. Con las últimas horas del día regresaban al puente. El mulo, harto de hierba, les recibía con un soplido.

Una vez , hicieron el amor sobre esa roca plana que está a la izquierda del puente y junto a la cual el Bermejo toma el último impulso antes de lanzarse al encuentro del Trevélez. -"Luna, eres la vida misma"-"Tu eres mi sangre"- repondia ella- "la misma que derramé cuando mi hiciste mujer "-

Y los jóvenes tejian su futuro. -"Mi tío se irá para América; tiene muy buenas viñas en Campuzano, las mejores. Las pondrá en venta. Es mi intencion comprárselas. Se mucho d evinos pues siempre le he ayudado. Tu sabes d ela fama de los vinos de mi tio. Todo lo que produce lo vende en Granada. Para empezar podríamos vivir en el cortijo de las viñas, luego veríamos..."-
"¿Y tus padres?"- "Mis padres, mis hijos, mi futuro, eres tú" - y el joven la besó tiernamente. "¿Como harás para comprar las viñas?"-"Ya lo he hablado con él; podría pagarle una parte y luego enviarle el resto cuando ya se encuentre en América. Por mi parte, la única posibilidad de conseguir ese adelanto es ir un año a trabajar a Barcelona"-"!No!", no quiero separarme de ti"-
"Pero mi Luna, es por nosotros dos, ya verás cuando el vino sea nuestro, ¡rios de rojo vino!"..................

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